martes, 18 de octubre de 2011

La Lectura eficaz de la Biblia

Ahora podrás descargar el Libro "La lectura eficaz de la Biblia" de Gordon Fee y Douglas Stuart.

Este es un maravilloso libro que te ayudará a encontrar muchos detalles casi inperceptibles en la lectura del texto bíblico y además ayudará a la interpretación adecuada del mismo.

Espero que lo disfrutes.

Se puede descargar aquí: "La lectura eficaz de la Biblia"


 

La necesidad de la interpretación bíblica

Este es un informe de lectura de la introducción del texto "la lectura eficaz de la Biblia" de Gordeon Free:

Síntesis

El texto nos muestra de manera contundente cómo debemos acercarnos a las Sagradas Escrituras, y la confrontación que debemos tener con el texto bíblico.

En primer lugar explica por qué no debemos conformarnos con la lectura desprevenida. Es necesario enterarnos que las distancias que nos separan del texto bíblico: la cultura, el lenguaje, el tiempo, entre otras, hacen que no podamos interpretar con una simple lectura el sentido original que el autor quería darnos.

Es importante entonces, como expositores de la Palabra, que encontremos herramientas suficientes  para entender esos contextos que a simple vista no son identificados; sin perder de vista que la Biblia es Palabra de Dios y que como tal tiene cosas muy importantes que decirle a nuestras vidas.

El autor plantea entonces dos tareas fundamentales: la Exégesis y la Hermenéutica.

La exégesis es entendida como el estudio que lleva a descubrir el significado original del texto; es decir, la herramienta que permite entender lo que quería decir el texto para sus primeros destinatarios.

La segunda tarea es la hermenéutica, y ella es entendida como el puente entre la exégesis y la actualidad, ya  que posibilita la interpretación del significado para los primeros destinatarios y el significado de esa misma Palabra para nosotros hoy.

Apreciación personal

Considero que este capítulo es muy importante ya que configura un primer panorama muy interesante para el acercamiento al texto bíblico.

Me deja una inquietud en relación con la comprensión que pueda alcanzar una persona que no conozca estas herramientas. Ahora que entiendo la importancia que tiene el estudio cuidadoso de la Palabra de Dios me preocupa el nivel de interpretación que pueda tener una persona cualquiera que no conozca el uso de estas herramientas, ni las distancias que tenemos con el texto bíblico, ni la existencia de diccionarios, comentarios u otros materiales de ayuda.

Porque aunque el autor dice que con una primera lectura la persona podrá entender un mensaje, en asuntos doctrinales, sin duda alguna, podrían cometerse grandísimas equivocaciones.

Pero también entiendo esto como una responsabilidad con mi Iglesia y con mi familia, porque ahora que tengo la posibilidad de adelantar estos estudios debo aprender lo suficiente para poder enseñarlo a aquellos que no tienen esta maravillosa oportunidad.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

El predicador y la sumisión

Es un hecho que practicar la sumisión no es un asunto sencillo, mejor dicho es de valientes, entregar la vida a otro sea quien fuera, esposo, esposa, padre, madre, jefe e incluso al mismo Dios es muy complejo.

El ser humano quiere ser dueño de su vida aunque de cierta manera sabe que no lo es, ya que no puede determinar ni siquiera el momento de su muerte, aún así vive en la búsqueda incansable por lograr sus deseos y sueños sin consultar la verdadera voluntad de Dios.

Así que el hombre cristiano debe aprender a someterse en primer  lugar a Dios y en segundo lugar al orden que el mismo Dios enseña en su palabra; más aún si este hombre (hombre se refiere a especie humana, no solamente a género masculino) es un predicador.

Sumisión en la vida

Todos los aspectos de la vida son objetos de sumisión al creador. La Biblia es clara en afirmar que el hombre es el mayordomo de la creación de Dios, así entonces el ser humano tendrá que dar cuentas a Dios de lo que le fue entregado para administrar.

  1. Sumisión en las posesiones

Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. “ Col 1:16

Es necesario entender que Dios es el dueño de todas las cosas, que aún lo que ha costado tanto esfuerzo y trabajo sólo ha sido posible por su infinita misericordia y porque así ha sido su voluntad.

Si el hombre logra entender esto, seguramente podrá entregar fácilmente el dominio de sus cosas a Dios, como lo dice  Larry Burket, “Como Cristianos tenemos que aprender a ceder la propiedad de todas nuestras posesiones a Dios; aquí incluimos el dinero, tiempo, familia, posesiones materiales, educación, carrera, e incluso el potencial futuro para tener mayores ingresos.” (2004, p 6).

Cuando se llega a esta conclusión se acerca al entendimiento de la sumisión financiera. Si el ser humano es un administrador de los bienes que Dios le ha dado seguramente el trato para con ellos será diferente, se ahorrará más, se harán mejores cosas con ellas y definitivamente será de mucha más bendición.

A este punto se hace necesario reflexionar en la importancia del diezmo como una práctica indispensable para un buen cristiano, que además de mostrar el orden financiero evidencia la dependencia de Dios y el agradecimiento por lo dado.

  1. Sumisión en la familia

Este  ha sido uno de los puntos más álgidos en relación con la sumisión, ya que se ha entendido el concepto como obediencia absoluta así eso signifique pasar límites morales o civiles.

La sumisión en la familia debe darse de manera amorosa como La Biblia misma es enfática en aclarar:

Sujetaos los unos a los otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor. Porque el marido es cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia; y Él es el Salvador del cuerpo. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus propios maridos en todo. Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella; para santificarla limpiándola en el lavamiento del agua por la palabra, para presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha. Así los maridos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama”. (Efesios 5:21-28 RV2010)

Entonces pues, es un asunto de entregarse en amor mutuo, de conciliar diferencias, de entender las necesidades del otro, de compartir momentos difíciles, no de imponer  sino de amar.

Así mismo el apóstol Pablo amonesta a la familia en roles de padres e hijos de la siguiente manera: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres; porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos; sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. (Efesios 6:1-4 RV2010)

Siempre las relaciones familiares relatadas por Pablo muestran a una familia entregada el uno al otro, donde el amor, el respeto y el ejemplo predominan. Debe entenderse que para que se cumpla una de las reglas debe cumplirse la otra, es decir, si el esposo quiere sujeción de su esposa debe amarla como Cristo ama a su Iglesia, es capaz de morir por ella.

  1. Sumisión en lo laboral

Así mismo el apóstol Pablo continúa hablando acerca de la sumisión en las relaciones laborales, que hoy son tan necesarias.

“Siervos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo. No sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres; sino como siervos de Cristo, haciendo la voluntad de Dios de corazón. Sirviendo con buena voluntad, como al Señor, y no a los hombres; sabiendo que el bien que cada uno hiciere, esto recibirá del Señor, sea siervo o sea libre. Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que vuestro Señor también está en el cielo; y para Él no hay acepción de personas.” (Efesios 6:5-9 RV2010)

Queda claro entonces, que el cristiano está obligado a honrar a su jefe y en ello adorar a Dios. Parece difícil, sobretodo ahora que se piensa en los patronos como en verdugos, cuando se tiene el imaginario colectivo de que el empleado trabaja para que el patrono descanse.

Esta relación entonces debe ser de servicio mutuo, donde haya una relación de dignificación mutua.

  1. Sumisión como ciudadanos

Sumándose a todo lo anterior está la sumisión como ciudadanos, no se puede perder de vista que, aunque a veces las decisiones de los grandes jerarcas del país no sean las más afortunadas, es ordenanza bíblica obedecer al gobierno civil siempre y cuando sus decisiones no atenten con la relación personal con Cristo.

Los impuestos, las medidas preventivas, el voto, los deberes civiles y ciudadanos deben ser acatados por el buen cristiano como lo dice la epístola la iglesia de Roma: “Toda alma sométase a las potestades superiores; porque no hay potestad sino de Dios; y las potestades que hay, de Dios son ordenadas. Así que, el que se opone a la potestad, se opone a la ordenanza de Dios; y los que resisten recibirán para sí condenación”. Romanos 13:1-2 (RV2010)

Muchas veces la clase baja y media en las comunidades capitalistas aborrecen el gobierno por sus medidas preferenciales hacia la clase alta, pero lo máximo que puede hacerse en reflexionar entorno a las personas que esperan ser elegidas para  esos cargos públicos y votar por ellas. Pero en caso de no ser elegidas el hombre de fe debe sujetarse a ellas, teniendo pleno conocimiento que la obra redentora de Cristo se extenderá aún a su país.

El respaldo del cristiano debe ser con oración por sus jerarcas, y sus gobernantes, tal y como es la ordenanza de su padre celestial.

Sumisión en la Iglesia

Como predicador el hombre cristiano también tiene que sujetarse a Dios y a su Iglesia.

En ocasiones es difícil renunciar al interés personal por el interés de Dios. El predicador debe tener claro que el mensaje que predica a su Iglesia tiene que ser el mensaje que Dios tiene para ella y no el fruto de miles de estudios académicos.

Seguramente este punto es muy álgido, por lo que merece ser explicado.

El predicador tiene la obligación con el Señor y con su iglesia de prepararse académicamente, pero también tiene la responsabilidad de agudizar su oído al mensaje divino. Debe aprender a interpretar su entorno para descubrir qué es lo que íntimamente Dios quiere decirle a sus hijos.

De ahí entonces que el predicador deba renunciar a su mensaje para recibir el mensaje de Cristo, el verdadero mensaje que Dios tiene para su comunidad.

Así que las palabras del predicador no deberían ser “He preparado esto para ustedes” o  “He estado estudiando acerca de…” sino “El señor ha guiado mi estudio hacia…”.

Y para lograr interpretar lo que el Señor dice sin duda debe estudiar, prepararse y orar para entregarle el conocimiento a él, de manera sumisa, entendiendo que quien está en un lugar de poder es Dios y no él.

Bibliografía

  • BURKETT, Larry. Guía para controlar sus gastos, Conceptos financieros Crown, Gainesville, 2004, 44p.
  • Las sagradas escrituras, Versión Reina Valera, revisión 2010.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Abraham el padre de la fe

Abram, nació en Ur de los Caldeos, 2.266 años antes de Cristo aproximadamente. Fue el hijo primogénito de Taré, descendiente de Sem, y su hermanos fueron Nacor y Harán. En los relatos bíblicos se muestra Abram como un nómada que no poseía tierra y que era buen amigo de su sobrino Lot.


Se casó con Sarai, media hermana suya, hija de su padre pero no de su madre. Sarai era una mujer estéril que no podía engendrarle hijo.

Cuando Abram contaba ya con 75 años, Jehová lo llamó diciéndole:

Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren y a los que te maldicen maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra (RV1960 Gn 12:1-3).

Abram obedeció al señor y se fue con Lot y Sarai al lugar indicado.

La Biblia relata en varias ocasiones que Abram erigió altares en Ur, Betel, Mamre, Moriah, entre otras.

Abram, decide entonces ir a Egipto ya que había gran hambre en la tierra, y este era un lugar próspero. Estando allí, Abram tuvo miedo de morir a causa de la belleza de su esposa, y acordó con ella engañar a los egipcios ocultándoles su vínculo marital, y diciendo sólo que eran hermanos. Cuando fue descubierto, gracias a que Jehová se rebeló en sueños al faraón, es expulsado de Egipto, pero pudo llevar consigo grandes riquezas materiales, que había conseguido allí.

Cuando llegaron a Canaán, eran Lot y Abram hombres muy ricos y el espacio se hacía pequeño para tener todas sus posesiones y siervos, así que tras varias peleas entre los pastores de ambos, Abram le da a Lot la opción de escoger la tierra que habría de poseer, él maravillado con las llanuras de Sodoma tomó al oriente. Así, Abram se quedó en Canaán.

Jehová volvió a presentársele a Abram y le reiteró su promesa: “Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada” (RV1960 Gn 13:15).

La tierra de Sodoma estuvo invadida por Quedarlaomer, rey de Elam, por 12 años, igual que otras ciudades cercanas. En una revuelta, Quedarlaomer perdió el poder y un año después regresó y lo tomó de manera violenta, tomó a Lot y sus posesiones y se fue. Abram se vio obligado a pelear con sus 318 criados contra el rey de Elam para rescatar a su sobrino.

Cuando estaba de regreso a su tierra, Abram tuvo encuentro con Melquisedec rey de Salem y sacerdote de Dios Altísimo de quien recibió bendición y a quien entregó todo sus diezmos. “Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador del cielo y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó sus enemigos en tu mano” (RV1960 Gn 14: 19-20).

Abram conservaba las promesas de Dios acerca de sus generaciones venideras, aunque no entendía bien cómo Dios habría de darle hijos si ya era viejo y su mujer estéril, pero Jehová vuelve a prometerle su hijo y además le dice: “mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (RV1960 Gn 15:5-6). Este es un buen ejemplo para saber que Dios busca fe no perfección moral.

Jehová entonces establece su pacto con Abram, para bendecir a la tierra a través de sus hijos.

Pero en medio de la desesperación, Sarai, ya que no podía concebir, le ofreció a Abram su sierva Agar, para que a través de ella tuviera hijos. Según las costumbres de aquel entonces los hombres podían tener relaciones sexuales con sus siervas e incluir sus hijos dentro de su hogar. Abram entonces tomó a Agar y ella le concibió un hijo. Cuando Abram tenía 86 años nació Isamel, su primogénito, de Agar.

Pero los planes de Dios no estaban con Ismael, su promesa era con el hijo que vendría de Sarai, así que estableció un nuevo pacto con Abram, cambiando su nombre y estableciendo más claridad acerca de su promesa:

Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes, y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y de tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti y a tu descendencia después de ti la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.

Dijo de nuevo Dios a Abraham: en cuanto a ti guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones. Este es mi pacto, que guardaréis entre mi y vosotros y tu descendencia después de ti. Será circuncidado todo varón entre vosotros (RV1960 Gn 17: 5-10).

Dios cambió además el nombre de Sarai, por Sara que en hebreo significa princesa. Y le prometió a Abraham: “Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para los descendientes después de él” (RV1960 Gn 17: 19).

Esta promesa le causa risa a Abraham, que era un hombre ya viejo y cuya esposa había dejado ya la costumbre femenina de cada mes, porque también estaba vieja.

Luego Dios se le presenta a Abraham en forma de tres hombres, quienes reiteran la promesa de Isaac, de la que Sara también se ríe, definitivamente era algo que no podía creer la mente humana.

Estos tres hombres llegaron a esas tierras a ajusticiar a Sodoma, ciudad donde se encontraba Lot, por lo que Abraham pide misericordia a Dios por los justos que allí estuvieran, Dios le dice entonces que si sólo hubieran 10 hombres justos no habría destrucción sobre esa ciudad por misericordia de ellos, pero Dios no halló ni siquiera esos diez.

Cuando ya era inminente la destrucción de la ciudad, Dios tuvo misericordia de Abraham y protegió a Lot y su familia, aunque después terminaran mal, su esposa convertida en estatua de sal por la desobediencia y sus hijas cometiendo incesto con él.

Como era su costumbre Abraham anduvo por diferentes tierras, ya que no tenía propiedad de ninguna, por lo que habitó como forastero en Gerar y reiteró lo sucedido con él y su esposa en Egiptó, engañó a los habitantes de esas tierras negando su matrimonio con Sara y ésta fue tomada por Abimelec rey de esas tierras, pero antes de venirse a ella Dios se le reveló en sueños y dejó al descubierto que Abraham era su esposo. Pero como en aquella ocasión, el rey se enojó pero le permitió vivir allí y tomar muchas más posesiones.

Veinticinco años después del llamado, es decir, cuando Abraham ya tenía 100 años Jehová cumplió la promesa y nació Isaac, de Sara la estéril.

Con el nacimiento de Isaac se generaron celos con Agar e Ismael, ya que era lógico que Abraham quisiera más a su pequeño hijo. Sara le pide entonces a su esposo que expulse a Agar y a su hijo de su casa, y Jehová confirma esto como su deseo, asegurándole que lo cuidará y que de Ismael vendría otra nación grande e importante.

Cuando Isaac tenía más o menos 25 años, Dios le ordena a Abraham sacrificarlo en holocausto, esa aunque era una extraña orden fue obedecida. Así que Abraham tomó a su hijo y las cosas que eran necesarias para el sacrificio y subió a Moriah, donde Dios le había ordenado, estando allí y en medio de los dudas de su hijo lo ató y cuando ya tenía el cuchillo listo para degollar a su hijo Dios lo evita diciendo: “no extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único” (RV1960 Gn22:12). Dios proveyó entonces el carnero para el sacrificio e Isaac vivió.

Algún tiempo después muere Sara, lo que causó gran tristeza a Abraham y a su hijo, que la amaba mucho. Entonces Abraham le compró a Efron, por 400 ciclos de plata, ya que por ser extranjero no sería fácil conseguir una porción de tierra, una cueva en Macpela para enterrarla, esta fue la única tierra que fue verdaderamente suya.

Luego, Abraham envía a un siervo suyo a buscarle esposa a Isaac, con la condición de que esta debía ser de su propia familia, ya que por aquel entonces no era bien visto el matrimonio con extranjeros porque ellos tenían otros dioses.

Así que su siervo fue y con ayuda de Dios encuentra a Rebeca, hija de un sobrino de Abraham y la trae para Isaac, quien la toma como esposa y se va con ella a vivir a la casa donde vivió Sara.

Finalmente, Abraham, ya viudo toma a Cetura con quien tiene hijos, que fueron: Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa.

Abraham murió a la edad de 175 años. Y fue enterrado junto a Sara.

De su hijo Ismael tienen origen las naciones Ismaelitas, también referenciadas múltiples veces en La Biblia como enemigos de los Israelitas, pueblo elegido por Dios que viene de la descendencia de Isaac.

Finalmente de la estirpe de Abraham nace Jesucristo, el Mesías prometido al pueblo de Dios.